16.12.10

El Movimiento del 68 y yo

Yo era un niño, pero recuerdo bien la agitación social de aquellos tiempos. El 2 de octubre mis hermanos asistieron a la concentración convocada en la plaza de Tlatelolco. Eran alumnos de la entonces vocacional 7, que se encontraba justo allí, en la plaza de las Tres Culturas y que hoy -me parece- se ha convertido en una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social.

La brutal represión no se hizo esperar: se inició con disparos desde un helicóptero y le secundó el ejército que tenía rodeada la plaza. Hubo muchos muertos, heridos y detenidos, entre ellos mis hermanos, que permanecieron desaparecidos más de 48 horas y fueron golpeados y maltratados, pero finalmente liberados.

Fue el final del movimiento. El gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz debía abrir el país en calma y en orden a la comunidad internacional. Los inminentes Juegos Olímpicos se inaugurarían el 12 de octubre en la Ciudad de México. Eran tiempos convulsos y las Olimpíadas no estuvieron exentas de esta ola de protestas y agitación en el mundo. Recuerdo el triunfo en atletismo de Tommie Smith
subiendo al podio del triunfo con medalla de oro, empuñando un guante negro, como símbolo del poder negro que en aquel entonces reivindicaban las “Panteras Negras”. Corrían los tiempos de las grandes protestas contra la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos del pueblo afroamericano contra el racismo encabezado por Martin Luther King y la “Love Generetion” impregnaba al mundo con su buena música y buenos deseos de paz y amor.

El Mayo francés había terminado. Algunos de sus líderes se refugiaron, al igual que los del Consejo Nacional de Huelga de México. Fueron movimientos de gran envergadura social que llegaron a aglutinar a gran parte de los trabajadores y buena parte de los campesinos junto con todo el sector estudiantil, cuya influencia histórica ha sido notoria tanto en Francia como en México. Fueron, además, movimientos sociales que lograron convulsionar la sociedad y poner en evidencia a sus gobiernos, pero desgraciadamente, la heterogeneidad y diversidad en su composición hicieron que las divisiones y las fracturas internas los debilitaran.

Consumada la represión, algunos dirigentes del movimiento se fueron a luchar a la montaña con la guerrilla que encabezaba Lucio Cabañas. Muchos no volvieron… Otro sector, más moderado, permaneció incrustado en las estructuras académicas y administrativas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su mayoría simpatizantes y/o militantes del aquel entonces Partido Comunista Mexicano. El tiempo pasó y, al poco, un nuevo coletazo del movimiento quiso mostrarse. Fue el 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México, una gran manifestación estudiantil estaba en marcha. Esta vez provenía de sectores estudiantiles radicales del Instituto Politécnico Nacional pero, nuevamente, fue reprimida y su germen disuelto.


"Imaginación al poder"

Sin duda alguna, una de las mejores herencias del ideario
ideológico de aquel movimiento fueron las banderas y consignas libertarias de la “autogestión” y la “imaginación al poder”. Pronto nacerían los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCHs) de la mano de la UNAM, concebidos por el sector que permaneció en la universidad y quiso dar impulso a un nuevo concepto educativo a nivel bachillerato, implantando una enseñanza activa y participativa. Es aquí donde personalmente me implico de lleno en este proceso, puesto que ingreso en el CCH Sur en 1975 y permanezco todo el ciclo escolar de tres años hasta mi ingreso en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Tanto los profesores como los trabajadores de estos colegios provenían casi todos del Movimiento del 68. Era muy clara y evidente su influencia. Yo, como estudiante, me incorporé rápidamente a las organizaciones estudiantiles y llegué incluso a formar parte del Consejo General de Representantes que por aquel entonces representó y organizó a la totalidad del colegio compuesto por más de 20.000 alumnos. Fueron años intensos de participación y movilización, ya que los estudiantes marchamos junto con los profesores y trabajadores que en su momento llevaron a la huelga a toda la UNAM (1975).

Las luchas y reivindicaciones eran constantes y buena parte de mi generación participó y lo recordará. Yo terminé los estudios en el CCH y me incorporé en 1978 a la ENAP perteneciente a la UNAM. Sin embargo, ideológicamente, ya me encaminaba y me inclinaba hacia posturas más bien anarquistas, que se mezclaban con la idea libertaria del Arte como ejercicio de liberación, lo que ocasionó mi ruptura con la militancia orgánica del Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo, ya que ellos concebían el ideario político como un ejercicio de la búsqueda del poder y yo todo lo contrario.

Al poco tiempo, en 1979, me fui a Francia, siguiendo el rastro de la amistad y del Arte y fue allí donde, por último, me interesé y participé en lo que se llamó “situacionismo”, probablemente el último aliento y movimiento del 68 que aún sobrevivía. Consistía fundamentalmente en intervenir lo cotidiano, irrumpir y romper el orden establecido, mediante acciones libres y espontáneas. Algunos continuaron por su cuenta y a su manera y dado que se trataba de un movimiento no orgánico, el resultado era prácticamente imposible de conocer y evaluar.

Hoy ha cambiado todo, pero la influencia y la vigencia de aquel entonces permanece sin duda alguna en mi quehacer artístico, como ejercicio de imaginación y libertad.


J. Ilhuicamina, Diciembre de 2010
Artista plástico y visual


Imagen: Cartel de las Olimpiadas de México 1968






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