Instantánea

Artículos, información o vivencias sobre migración y que vamos recopilando con un fin divulgativo:

X

La Bestia
Manuel Vicent | 16/10/2011

Ilustración de Augusto Metztli
Poco antes de comenzar la fiesta literaria fueron arrojados desde un puente sobre la autopista unos veinte cadáveres, los cuerpos por un lado y por otro las cabezas cercenadas. En una sola semana las consiguientes balaceras entre bandas rivales del narcotráfico habían producido casi un centenar de muertos más, unos degollados, otros simplemente ultimados con un tiro en la nuca. En medio de este festín de sangre el Hay Festival se celebró en Xalapa, capital del mexicano Estado de Veracruz. Un grupo de escritores, poetas, artistas y críticos, establecidos en un hotel de la ciudad, cada uno con su ego a cuestas, tuvimos que hablar de literatura, cine y periodismo. Mientras el sexo de los ángeles era analizado en ponencias y mesas redondas desde todos los ángulos, a pie o en el tren de la muerte, al que también llaman La Bestia, decenas de miles de emigrantes cruzaban todo México hacia Estados Unidos desde el fondo de Latinoamérica. Por distintos ramales La Bestia los dejaba en las ciudades fronterizas de Ciudad Juárez, Tijuana y Laredo a merced de los chacales siempre que hubieran llegado vivos. Durante el camino pudieron haber sido secuestrados por bandas de criminales que pedían rescate a sus familias a cambio de respetarles la vida, las niñas y adolescentes violadas sin más o habían caído en poder de los narcotraficantes que los introducían en la propia ensalada de balas por el mero azar de la fortuna. En la incontaminada colina de Xalapa algunos escritores sacaban la cola de pavo real, otros se deprimían por no obtener gloria suficiente, otros se entregaban al alcohol lírico, todos trataban de reconocerse en los versos y las bellas páginas escritas, pero a pocos metros de distancia de esta fiesta literaria, en un motel costroso llamado Eros hubo un ajuste de cuentas de madrugada que rindió varios muertos y un incendio. En este Hay Festival de Xalapa la clase práctica de novela negra y de cine de terror estaba a mano de cualquiera. Bastaba con bajar de la colina de las letras para ver pasar a la Bestia cargada de almas en pena en busca del paraíso a través de un México dividido en dos, el culto, rico y sensible, el brutal, violento y encanallado. En medio, un grupo de escritores y artistas tocaba el violín sobre un barrizal de sangre.

Fuente: El País , 16/10/2011



IX

Boy
Elvira Lindo | 2/03/2011
Ilustración de Augusto Metztli
Cuando escuchamos a un negro americano pronunciar el célebre "hey, man", lo interpretamos como el "oye, tío" que tantas veces aparece en nuestro idioma. Pero el hecho de que ese "man" sea más común entre los negros tiene una dolorosa razón de sobra conocida en los Estados Unidos: no hace tantas décadas que los blancos utilizaban el "boy" para dirigirse a un negro. Ya podía el negro ser un anciano que nunca abandonaba su categoría de "chico", siéndole negada de por vida la mayoría de edad. Los negros sustituyeron con el apelativo "hombre" aquel humillante "chico" al que tantas veces se vieron obligados a responder. Cierto es que la corrección política en Estados Unidos ha alcanzado cotas ridículas, tratando de fiscalizar no ya el habla presente sino la que forma parte de la historia, como esas correcciones que se le han aplicado al pobre Mark Twain en Huckleberry Finn. Irónico, siendo como fue Twain un adelantado en la defensa de los derechos de todos los seres humanos.


El caso español es curioso. Cuando a un personaje público se le recrimina su falta de consideración hacia un determinado grupo, este apela de inmediato a su derecho a hablar a la pata la llana, a no dejarse llevar por la cursilería de lo correcto. No es capaz de reconocer que a estas alturas dirigirse en términos discriminatorios a un ciudadano, sea cual sea su condición, es inadmisible. ¿Es tan deshonroso pedir disculpas y dejar de marear la perdiz? Celia Villalobos defendió su derecho a usar la entrañable palabra "tontitos" para referirse a los discapacitados por tratarse del habla de la calle. No sé a qué calle se refería, pero sería deseable que los políticos no la frecuentaran. Yo, que también amo la calle, dejé hace mucho de oír la odiosa palabra. Desde que aquellos que fueron tontitos hoy van a la escuela, aprenden oficios y a menudo aspiran a ganarse la vida.
Fuente: El País , 2/03/2011

VIII

El negro
(Artículo polémico, porque Rosa Montero da por bueno que es una historia real, cuando más bien es un relato inspirado en otro. Pero es bellísmo)

Rosa Montero | 17/05/2005

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
Fuente: El País, 17/05/05  


VII

Rinkeby
Mario Vargas Llosa | 19/12/2010

PIEDRA DE TOQUE. Un colegio de un barrio del sur de Estocolmo es el espejo de lo que debería ser la sociedad humana. En él conviven niños que hablan 19 idiomas distintos y proceden de un centenar de países

Si usted visita Estocolmo, le aconsejo que, además de los museos, los palacios, el barrio antiguo y las islas, visite un modesto barrio del Sur de la ciudad llamado Rinkeby. La inmensa mayoría de sus pobladores son familias inmigrantes y, me dicen, se trata de uno de los distritos más pobres del país, aunque la idea de pobreza en Suecia, que ha alcanzado el más alto nivel de vida del mundo junto con Suiza, tenga poco que ver con lo que para el resto del planeta esta palabra significa.

Lo importante de conocer en Rinkeby es el colegio público, una institución que es un espejo de lo que debería ser la sociedad humana, el mundo entero, si prevalecieran entre nosotros los mortales la sensatez, el tino y el espíritu práctico. Hay en este colegio chicos y chicas que hablan 19 idiomas distintos y proceden de un centenar de países diferentes. Todos conocen el sueco y el inglés, pero no han perdido su lengua materna porque el colegio se las ha arreglado para que todos reciban, cuando menos una hora por semana, clases en el idioma que hablan en casa y hablaron sus ancestros. El director del colegio, Börje Ehrstrand, está convencido de que la integración de estos niños a la cultura y a los usos de Suecia es más fácil no si rechazan, sino reivindican y se sienten orgullosos de su origen. La filosofía que impregna la escuela de Rinkeby cabe en una palabra: tolerancia.

De la frenética cantidad de cosas que hice y que vi en los ocho días que acabo de pasar en Estocolmo, pocas me conmovieron tanto como la tarde que estuve en Rinkeby. Me dieron la bienvenida 19 niños y niñas, cada uno en un idioma distinto. Todos ellos constituían un verdadero abanico de las razas, las tradiciones, las religiones y las culturas del mundo. Había jovencitas escandinavas en minifalda junto a muchachas veladas del Yemen, árabes norafricanos entreverados con turcos, chilenos y chinos, atuendos extravagantes y formales. Comenzaron la función cantando canciones nórdicas relacionadas con la Navidad.

"La filosofía que impregna la escuela de Rinkeby cabe en una palabra: tolerancia"

Después, vino el espectáculo. Constaba de dos partes. La primera consistía en un resumen de la vida y la obra de Alfred Nobel (1833-1896), el químico que inventó la dinamita, fue un poderoso industrial y legó su fortuna para la creación de los premios que llevan su nombre. Esta síntesis biográfica no ocultaba que el fecundo y célebre personaje había sido un socialdemócrata republicano y antimonárquico y que había pergeñado también algunas obritas literarias, con más entusiasmo que inspiración. Luego, la representación se volvió todavía más didáctica y nos explicó a los presentes en qué consistían los hallazgos y realizaciones que habían merecido este año a sus autores los premios Nobel de Medicina, Física y Química. ¡De quitarse el sombrero! La víspera, en un programa de la BBC, los propios laureados intentaron iluminarnos a los profanos sobre aquellos inventos y -creo que no hablo por mí solo- nos dejaron a todos en la luna de Babia. Estos mocosos, en cambio, a través de sus dibujos, fotografías, tarjetas y explicaciones orales, algunas impregnadas de buen humor, consiguieron darnos a los espectadores una idea bastante más precisa de aquellos logros científicos, incluido el prodigio magnético del sapo volador (la estrella de los Nobel de este año, sin la menor duda), conseguido por el físico Konstantin Novoselov.

La segunda parte consistió en contar y representar de manera resumida una novela mía, El hablador, en la que un muchacho judío peruano, limeño y de clase media, se vuelve un contador de cuentos machiguenga, es decir, vive una conversión cultural que es también una mudanza histórica, de hombre moderno y racional en un ser primitivo, mágico y religioso. Lo hicieron maravillosamente bien, ilustrando con diseños, música y estampas, los textos que iban leyendo en diferentes idiomas los distintos narradores. Me pareció estar reviviendo las interioridades de todo lo que fue la construcción de aquella historia.

Ni el barrio ni la escuela de Rinkeby fueron hace 20 años la sombra de lo que son ahora. La violencia reinaba en el lugar y las fotos de la época muestran que las aulas, patios y pasillos escolares eran un monumento a la suciedad y al desorden, en tanto que el rendimiento escolar era el más bajo del país. Fue en estas condiciones en que uno de los profesores, Börje Ehrstrand, asumió la dirección. Las reformas que introdujo fueron discutidas con los padres de familia, a los que, a partir de entonces, se les dio una participación intensa y constante en todas las actividades escolares, incluidas las didácticas. Ellos mismos y los alumnos aseguraron a partir de entonces la limpieza del local, haciendo trabajo voluntario.

Los dos primeros años son los más difíciles y en ellos la tarea primordial de la escuela es ir limando la desconfianza y la actitud huraña de los recién llegados hacia sus compañeros de carpeta que visten distinto, hablan otra lengua, adoran a otro dios. Algunos se adaptan con facilidad; los que no, tienen cursos especiales, a los que asisten los padres, asesorados por los dos psicólogos que forman parte del plantel. Generalmente, a partir del tercer año la comunicación y los intercambios son fluidos y se puede hablar de una integración en la diversidad, porque los denominadores comunes -el idioma y la aceptación del "otro"- ya forman parte de la personalidad del alumno.

La escuela de Rinkeby no solo es notable porque en ella coexistan niños y niñas de todo el espectro cultural; también, porque desde hace tres años sus alumnos figuran en el palmarés del concurso nacional de matemáticas y por los excelentes logros académicos del promedio. La demanda ha hecho que en los últimos cinco años la escuela haya crecido, que en la actualidad una cuarta parte de sus alumnos procedan de otros barrios, y que la fama de la institución vaya trascendiendo las fronteras suecas. Hace poco, la Comunidad Europea la premió como la institución que más éxito ha tenido en la prevención de la delincuencia juvenil.

Sentí mucho no haber tenido ocasión de conversar, en esa tarde tumultuosa, con Börje Ehrstrand, a fin de conocer más de cerca al autor de esta hazaña cultural y democrática que es el colegio que dirige. Pero sí visité la biblioteca y me dio gusto saber, por boca de una de las bibliotecarias, que la enseñanza de la literatura y la incitación a leer forman parte primordial del currículo de la escuela. No es de extrañar que, al revés de lo que se suele creer, que la escuela no es más que un reflejo de aquello que ocurre en la vecindad, en este caso la formidable transformación del colegio del barrio haya tenido un efecto saludable en la comunidad que lo rodea, atenuando la violencia, las disputas étnicas y religiosas, la criminalidad.

Suecia no ha sido inmune a los prejuicios contra la inmigración que, atizados por la crisis financiera y la consiguiente reducción del empleo, ha dado a partidos y movimientos extremistas, antiinmigrantes y xenófobos, una presencia política que no tenían. Por primera vez, uno de ellos ha entrado al Parlamento sueco en las últimas elecciones. No es la primera vez que ocurre así. Cuando una sociedad es víctima de alguna catástrofe, económica o política, surge la necesidad de un chivo expiatorio y, por supuesto, los inmigrantes son los blancos principales. No importa que todas las estadísticas señalen que sin la emigración los países europeos no podrían mantener los altos niveles de vida que tienen y que lo que los trabajadores extranjeros aportan a la economía de un país es muy superior a lo que de ella reciben. Pero la verdad se hace añicos contra lo que Popper llamaba el espíritu de la tribu, ese rechazo instintivo del "otro", del que no forma parte de la propia manada u horda, esa cerrazón primitiva que es el mayor obstáculo para que un país alcance la civilización.

"Hay que empezar con los niños. Es la manera más segura de conseguir que más tarde vivan en paz"

Por eso, lo que ha conseguido el colegio de Rinkeby es tan importante y debería servir de modelo a todos los países que reciben grandes contingentes de inmigrantes y quieren evitarse los problemas que resultan de la marginación y discriminación de que estos suelen ser víctimas. Hay que empezar con los niños. Que estos aprendan a convivir con quienes tienen hablas, pieles, dioses, costumbres distintas, y que, conviviendo, vayan desprendiéndose, como de un residuo inútil, en sus propias culturas, de todo aquello que dificulta o impide la coexistencia con los otros, es la más segura manera de conseguir que más tarde, cuando sean ya hombres y mujeres, puedan vivir en paz en esa diversidad étnica y lingüística, que, nos guste o no, será el rasgo primordial del mundo cuyos umbrales ya pisamos.

Fuente: El País, 19/12/10

VI

Se vende esperanza
Carlos Fuentes. Oporto- Madrid | 5/10/2010

A Seydou Keita se le ilumina la sonrisa cuando enseña a los paseantes una talla de madera con forma de hipopótamo y asegura que es genuina artesanía dogón. Del País Dogón, el valle del sur de Malí donde habita el pueblo dogón desde hace cinco siglos. “Veinte euros, muy barato”, explica Keita al turista de piel clara que se interesa por su puesto de venta de artesanía en Vila Nova de Gaia (Portugal).
  
Al final, el extranjero no compra, “pero ya vendrá otro”, confía el maliense. Sabe de lo que habla: lleva trece años vendiendo artesanía en la ciudad vecina de Oporto. Aquí llegó con su padre, “con todos los permisos”, aclara Seydou. Otros vendedores ambulantes africanos no han tenido tanta suerte, pero el menor de los Keita aconseja: “Tener éxito es cuestión de tener paciencia”, y empieza a limpiar el polvo de su colección de collares africanos.

La historia de los vendedores ambulantes africanos es tan amplia como la historia de la emigración africana a Europa. Ya en los años 60, los primeros emigrantes llegaban a Francia y Bélgica con algunos productos típicos de sus países con intención de abrirse camino en las ciudades europeas. Bustos de madera de ébano, abalorios étnicos y hasta pequeñas bolsas de café (como hizo el cantante y saxofonista camerunés Manu Dibango, quien en 1949 llegó al pueblo francés de Saint-Calais con un par de kilos de café para pagar el primer plazo del alquiler) sirvieron a los emigrantes africanos para conseguir sus primeros dineros.

En la actualidad, su presencia en mercadillos y rastros de ocasión es habitual en ciudades de España y Portugal. GuinGuinBali habló con algunos de los emigrantes africanos que se dedican a la venta ambulante en Oporto, Galicia y Madrid. Y al escuchar sus experiencias se puede deducir que no todos llegaron en cayuco y ni mucho menos se dedican a vender música pirata. “No puedo hablar por todos, pero aquí siempre me he sentido apreciado por los vecinos. Y con estas ventas no me va mal, he logrado sacar mi familia adelante”, señala Seydou Keita, cuya historia merece la pena ser contada.

Originario de Maki, una pequeña ciudad dormitorio situada a diez kilómetros de Bamako, capital de Malí, el vendedor de hipopótamos de ébano es heredero de una tradición familiar que abarca varias generaciones. Su padre, ya fallecido, mantuvo abierta durante décadas una tienda de artesanía maliense en el gran mercado de Bamako. Fue allí donde Seydou aprendió la profesión y lo que él considera la primera clave para lograr el éxito profesional, “tener la paciencia suficiente para atender a todos los que se interesen por tu mercancía, ya sea un curioso o un millonario. Cada persona que llega al puesto merece respeto”, explica Keita.

¿Y cómo se las arregla con la competencia de vendedores que ofrecen copias baratas de gafas de sol? “No tenemos problemas, ellos van a una clientela diferente a la mía. Si ellos ofrecen unas Ray-Ban falsas, yo vendo artesanía genuina que traigo desde Bamako. Hay una diferencia muy grande”, cuenta Seydou Keita antes de hacer un alto en la conversación para atender a una pareja de turistas que pregunta por un instrumento musical africano. Es una kora, el arpa-laúd tradicional del área subsahariana que compatriotas del vendedor de Oporto han logrado popularizar en el circuito musical occidental. “No es ninguna imitación, la hizo un hermano de Toumani Diabaté”, asegura. Pero no hay manera; los turistas sonríen y devuelven la kora al pie del puesto.

De vuelta a la charla, aún con la kora en la mano (con la que después posará divertido para la fotografía que ilustra este reportaje), Keita asume que no todo el mundo dispone de quinientos euros para gastar en un instrumento musical. Y entiende, cómo no, que los tiempos que corren no son los mejores para hacer negocio. “Claro que hay crisis y eso se nota hasta en los puestos ambulantes, este verano han venido menos turistas a Oporto y las ventas se han resentido”, explica.

Quizá por este motivo en su puesto abundan objetos de menor precio, bisutería del País Dogón y abalorios de plata originarios de los tuareg del norte de Malí y Mauritania. “Ahora mismo”, explica Seydou Keita con su portugués más que correcto, “hago más dinero vendiendo muchos collares que una sola kora. No son buenos tiempos para los vendedores y hay que tener paciencia”.

De eso saben mucho en Portugal, uno de los países europeos en los que la emigración nativa a países del norte ha definido la identidad melancólica del país. Valgan varios datos: entre 1960 y 1973, un millón de portugueses salieron a buscar trabajo en Francia y otras doscientas mil personas se buscaron la vida en Alemania, lejos del férreo control de la dictadura encabezada por Salazar. El efecto de este éxodo laboral fue beneficioso para la economía portuguesa, ya que remesas en francos franceses y marcos alemanes llegaban a las familias de origen.

Pero el futuro del país ibérico se resintió: en la década de los años sesenta, lejos de aumentar como en el resto de países europeos, la población portuguesa descendió hasta 8,6 millones de habitantes. Sólo en 1970, más de 170.000 portugueses abandonaron el país, la mayoría por medios clandestinos a través de España con ayuda de pasadores sobre barquillas por el río Miño.




VI
“La mitad de los emigrantes españoles se fueron sin contrato de trabajo”

Este documental de hora y media, obra de dos periodistas forjadas en el programa de reportajes en profundidad Treinta Minutos de Telemadrid, hasta que la cadena cayó en la propaganda partidista, ha conseguido reconstruir un pasaje olvidado y desconocido hasta ahora, el de los emigrantes españoles que se fueron a Europa a principios de los años sesenta. Las tasas de paro crecían por día por lo que Franco prohibió el pluriempleo y muchas personas que trabajaban en varios sitios para subsistir pasaron a ser pobres. Pero Europa necesitaba mano de obra para sus factorías y el franquismo eliminar potenciales focos de conflictividad social, es decir, mucha gente que pasaba hambre en este país.

Dos millones de personas partieron, según los registros del Régimen, la mitad de ellos sin contrato de trabajo, y el 80 % analfabetos. Muchos no sabían dónde estaba en el mapa ese lugar llamado Alemania o Suecia; se desnudaron en público por primera vez en Hendaya para un examen médico en el que se sintieron “ganado, nos miraban incluso los dientes”; los que tenían menos miedo incluso llegaron a protestar, aunque nadie les entendiese, cuando llegaron a su destino y les pusieron un cartón con un número para repartirlos por las factorías. Y los que lograron formarse y entrar en contacto con los sindicatos, aprovechar la libertad para organizarse y mejorar sus condiciones a principios de los setenta. “El tren de la memoria” recupera a través de imágenes de archivos, muchas no habían sido vistas desde aquellos años o nunca, y del testimonio de aquellos inmigrantes las condiciones, los sentimientos y la vida de una generación que lo dejó todo para que los suyos estuvieran mejor, que en muchos casos nunca contaron a su entorno la soledad, los sacrificios, las humillaciones, el frío y el tremendo esfuerzo físico que conllevaba aquellas condiciones de trabajo marcadas por la monotonía del trabajo en cadena y las horas extras acumuladas. Dos millones de personas que con sus divisas contribuyeron decisivamente a la recuperación económica de España.

Tras la proyección, se inicia un coloquio con una de sus directoras, Marta Arribas. Los asistentes, la mayoría mujeres, están aún demasido emocionadas y les cuesta hablar, pero poco a poco van alzando los brazos. No preguntan, conversan. Comparten imágenes, sentimientos, contradicciones. Mencionan a los vecinos que volvieron tras décadas como emigrantes y se compraron un piso y cómo nunca se habían planteado los sacrificios que les había costado, pero rápidamente vuelven al presente y hablan de nuestros nuevos vecinos. Porque “El tren de la memoria” trata sobre la vida de los emigrantes que se fueron a Europa, en los trenes que salían dos veces por semana hacia Francia, Suiza, los Países Bajos y, en el caso de este documental Alemania, en concreto Nuremberg. E incluso, para estas personas de edad avanzada les resulta incomprensible cómo la historia se repite de una manera tan fiel e injusta.

V
Un país conectado

Luna Vives / Patricia García. Fotografía de Javier Acebal. 
Dakar | 23/09/2010

En la organización que ayuda a buscar trabajo a Ndei, así como al resto de inmigrantes independientemente de su origen, le han dicho que adecúe su currículum al de una trabajadora doméstica, que es el único trabajo al que podrá optar si tiene suerte.


Porque incluso en ese sector a las mujeres negras y musulmanas se les ponen pegas. "En los hogares españoles - dice Ndei - prefieren a las latinoamericanas". La persona que lleva la bolsa de trabajo en la organización a la que ella acude desde hace años dice lo mismo: "lo mejor es que parezcan mujeres con pocos estudios, pocos recursos y dóciles: alguien que no traerá problemas". Ndei añade que esto no es todo: “como busques trabajo de interna y se te ocurra decir que no comes jamón, te miran con cara rara y no te vuelven a llamar”.
De modo que Ndei dejó fuera del currículum sus estudios universitarios y su experiencia profesional como secretaria de un ministro en Senegal. Dejó fuera los varios idiomas que habla y sus conocimientos de contable, y escribió: “Graduado escolar. Con formación en cuidados de mayores en la Cruz Roja.”
Quizás esto haya contribuido a que en España se piense en los y las inmigrantes senegalesas como personas que vienen de un contexto casi pre-moderno, donde “la gente vive en la jungla y vamos por los senderos con taparrabos”, donde no hay coches, ni teléfonos, ni carreteras, ni mucho menos ordenadores.
NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD
La infraestructura de telecomunicaciones senegalesa es de las mejores en el África subsahariana. La lleva la empresa nacional Sonatel, privatizada en 1997, y que hoy participa junto con France Telecom y Orange en la digitalización de los servicios de telecomunicaciones en el país.
Una tercera parte de los senegaleses tiene teléfono móvil, sobre todo en las ciudades, donde es raro ver a alguien que no lo lleve encima. El sector ha explotado en los últimos años, y hoy se lo disputan compañías extranjeras como Orange (francesa, con dos tercios del mercado de telefonía móvil), Tigo/Sentel (con sede principal en Luxemburgo y ganándole terreno rápidamente a Orange) y Sudatel (sudanesa).
Aunque sólo el 1% de la población usa internet, el número de abonados con ADSL crece rápidamente y la población joven de las zonas urbanas utiliza el ordenador de forma cotidiana. La mayor parte de las veces, estos jóvenes utilizan los servicios de un ciber-café para acceder a Skype, chatear, escuchar música y utilizar redes sociales online. Muchos de estos contactos tienen que ver con el deseo de emigrar de la juventud senegalesa o con la necesidad de seguir en contacto con los amigos y familiares que viven fuera del país.
Para los que están fuera, en cambio, internet es una manera de seguir la actualidad del país a través de los medios de comunicación digitales y de participar activamente en la vida política de Senegal.
Durante la exposición de Mujeres y Fronteras mostramos la imagen que ilustra este artículo a casi 200 niños españoles menores de 14 años. Ante la pregunta: “¿dónde hicimos esta foto, en Senegal o en España?”, todos respondieron que en España porque esta mujer estaba delante de un ordenador. Sin embargo Mame Keita nunca ha salido de Senegal. En la imagen se encuentra en la oficina de la ONG Enfance et Paix, en Kolda, donde trabaja como secretaria.

IV

Periodista detenido al fotografiar cargas policiales contra inmigrantes ecuatorianos

Javier Bauluz · Fotografía de Sylvain Cherkaoui | 20.09.2010 

El fotoperiodista Edu León fue detenido por la Policía Municipal de Madrid ayer domingo, cuando intentaba hacer fotografías de la actuación policial contra los inmigrantes vendedores ambulantes de Casa de Campo.

Le acusan de atentar contra la autoridad y ha pasado la noche en la comisaría. Edu León ya ha sido detenido varias veces este año por ejercer su trabajo sobre las redadas a inmigrantes.

Sus compañeros han convocado una concentración frente a la comisaría hoy a las 13.00.

 
Fotografía: Sylvain Cherkaoui

III

La muerte negra de Arnold Wandji
José Naranjo. Santander | 16/08/2010

Arnold Wandji murió dos veces. La primera fue una muerte azul, por ahogamiento, que le cogió por sorpresa cuando se bañaba en una playa de Santander junto a tres amigos el 10 de julio pasado. Pero Arnold Wandji volvió a morir cuando, un mes después, su cadáver se descomponía en una cámara frigorífica estropeada del hospital de Valdecilla por culpa de la burocracia. Esta vez su muerte fue negra, porque negros son el olvido, la miseria y la indiferencia.

El cementerio de Ciriego ahora se llama Jardín de Cantabria, un nombre tan tramposo como todo buen eufemismo. Está a las afueras de Santander, en lo alto de una loma. Para llegar hasta allí hay un autobús que pasa cada hora y media. Pero si tienes un poco de prisa, siempre te puedes bajar en la parada de Corbán y caminar unos diez o quince minutos. A la entrada del camposanto, señoriales lápidas te saludan. Aquí, fulanito de Tal, insigne médico montañés; allí, menganita de Cual, notable benefactora de la ciudad; más lejos, ciclanito, capitán de navío y héroe nacional... Sin embargo, si caminas unos cien metros, siempre hacia el fondo a la derecha, en medio de un descampado, está el solar donde entierran a los sin nombre, a los invisibles. Allí, a dos metros por debajo de una montañita de tierra negra recién removida, está el cuerpo de Arnold Wandji. Ni cruz, ni lápida, ni flores. Nada. Sólo la montañita de tierra.

Arnold nació el 25 de agosto de 1985 en una pequeña ciudad llamada Bamgamgte, al oeste de Camerún. Como muchos niños en su país, hizo sus estudios primarios y se puso a trabajar para echar una mano en su casa. Pero las estrecheces del hogar y la tentación que venía del norte se conjugaron para hacer germinar en su cabeza la idea de irse a buscar una vida distinta. Lo cuenta Jean Paul Yomejou, uno de sus mejores amigos. "Yo ya había emprendido el viaje y estaba en Argelia; él me llamó y me dijo que ya estaba cerca de Kidal (Malí), que lo esperara en Argelia", asegura. A partir de ahí, ambos continuaron juntos. "No te imaginas lo que fue cruzar el desierto, yo mismo tuve que enterrar a dos en medio de todo aquello", explica Jean Paul.

Hablamos en una pequeña sala del centro de acogida de inmigrantes de Torrelavega (Cantabria), donde reside Jean Paul y donde vivía Arnold hasta su muerte. El camino fue complicado. Hasta en dos ocasiones llegaron a las cercanías de Melilla, donde fueron expulsados por la Policía marroquí de nuevo hasta Ouxda (Argelia). Sin embargo, no desfallecieron. En el tercer intento decidieron renunciar a la valla y probar con la patera. Fue el 25 de agosto de 2009, hace ahora un año, el día que Arnold cumplía 24. En la barca iban seis. Cuarenta y ocho horas más tarde, todos llegaban sanos y salvos a las inmediaciones de Marbella.

Luego, lo de siempre. Detenido por la Policía, retenido 38 días en el CIE de Málaga y, al fin, la calle, ese eterno deambular de centro de acogida en centro de acogida de los inmigrantes sin hogar. Primero en Málaga, después en Sevilla, más tarde en Bilbao y, por último, en Torrelavega, donde Jean Paul y Arnold se volvieron a encontrar. "Era una buena persona, un poco reservado, pero muy educado. Siempre daba las gracias por todo", recuerda Hamid, mediador intercultural del centro de Cruz Roja en esta ciudad cántabra, donde Arnold entró el 13 de enero de 2010. "Para mí era el ejemplo de una persona que tenía las ideas muy claras, con unas expectativas ajustadas a la realidad y la cabeza bien amueblada", asegura Hamid.

Durante los últimos meses, Arnold había hecho importantes progresos en el aprendizaje de español. También se había apuntado a un curso de albañilería con la idea de encontrar un trabajo para empezar a mandar algo de dinero a su madre. Le encantaba hacer deporte, el tiempo libre que tenía lo compartía entre el pequeño gimnasio que había en el centro de acogida y salir a pasear con su novia, una joven de Torrelavega con la que mantenía una relación. Hasta el 10 de julio. Ese día, Arnold, su amiga y otra pareja habían decidido bajar a Santander para darse un chapuzón en la playa de Los Bikinis. Unos dicen que fue un corte de digestión, otros que no sabía nadar. El caso es que Arnold Wandji entró en el agua y no volvió a salir. Fue su primera muerte.

El cadáver fue trasladado al Servicio de Anatomía Patológica del hospital de Valdecilla de la capital cántabra, donde se le practicó la autopsia y quedó instalado en una cámara frigorífica a la espera de una decisión judicial. Hamid, de Cruz Roja, asegura que desde la institución humanitaria quisieron hacerse cargo del cadáver para darle sepultura, pero el juez exigìa que fuera alguien de la familia. Se pusieron en contacto con sus padres, pero para ellos era imposible trasladarse a España. La única opción era una prima que vivía en Francia, pero ella tampoco podía dejar su trabajo para hacerse cargo. Y los días iban pasando. El expediente de Arnold Wandji solo era uno más en el juzgado de instrucción número 1 de Santander y otros casos reclamaban la atención del juez. El tema "se atascó" en la burocracia judicial.

Días después, se produce una avería en el sistema eléctrico que mantiene el frío de las cámaras frigoríficas. Y mientras otros cadáveres entraban y salían de la morgue sin tiempo a que se estropearan, el cuerpo de Arnold se iba descomponiendo lentamente sometido a una temperatura de 30 grados centígrados. El olor era cada vez más insportable y los trabajadores se quejaron al director del hospital, pero éste no mueve ficha hasta que el personal se niega a trabajar en esas condiciones. "Ha entrado en putrefacción y esto es un horror, es una situación insostenible. Está cubierto de gusanos y no se puede aguantar", aseguraban los empleados a un periódico local, que remataban que "todo el edificio huele que apesta". Ésta fue la segunda muerte de Arnold Wandji.

Al final, la presión surte efecto y el lunes 9 de agosto, un mes después de la llegada del cadáver al hospital, el juez autoriza finalmente la inhumación, que se produce a toda prisa, apenas dos horas después de la firma de la resolución judicial, en el cementerio de Ciriego. Jean Paul Yomejou asegura que "Arnold era mi hermano, crecimos juntos. En África, esto es suficiente para formar parte de la misma familia, pero en Europa no. Aquí siempre piden papeles para todo y no es justo que esto haya ocurrido así", asegura Jean Paul, que está haciendo una colecta para enviar dinero a los padres de Arnold, allá en Camerún.

El próximo sábado 21 de agosto, a las 16.30 horas, la iglesia de Torrelavega acogerá, al fin, un funeral por el alma de Arnold Wandji organizado por sus amigos con la colaboración de Cruz Roja. Será la última ocasión para despedirse de un joven al que un sistema judicial frío e indiferente condenó a un trágico final más allá, incluso, de su propia muerte. Arnold Wandji, enterrado en la negra tierra de las afueras de Santander, sin una lápida, sin flores, sin un crucifijo, sin nada.



II



Guadalupe Gómez, Educadora Social en Cruz Roja

“El que diga que en España no hay racismo, no conoce España”

Entrevista por Deborah Castro / Vilagarcía de Arousa, 12/08/ 2010

Foto por Deborah Castro
Llegó con la vitalidad necesaria para dar vida a una organización que estaba de capa caída. Una energía que no dudó  en transformar en ayuda para los que realmente la necesitan: la población inmigrante.  Guadalupe Gómez (Lalín, 1 de octubre de 1967) comenzó a trabajar en noviembre de 2009 en la Asamblea do Salnés de Cruz Roja como Educadora Social. Pero su espíritu dadivoso y la falta de personas voluntarias le obligaron a ampliar las tareas que le fueron adjudicadas. Fue entonces cuando se hizo cargo de las clases de español para inmigrantes. Nueve meses después, y con el contrato finalizado, se despide de cada una de las personas a las que se dedicó en cuerpo y mente hasta el agotamiento. Esas personas que, días antes de su partida, preguntan casi susurrando y sin poder evitar la pesadumbre: “¿Cuándo se va Lupe?” Lupe se fue hoy, a las tres de la tarde. Mañana, la asamblea que la ONG tiene en Vilagarcía, despertará con sonrisas desdibujadas.

Pregunta.- ¿Qué ha significado para usted impartir cursos de español para inmigrantes?

Respuesta.- Aprender  a dar lengua desde otro punto de vista. Porque es mucho más integral que dar lengua: es cultura, son problemas. Lo más complicado ha sido adaptar curricularmente a los distintos niveles, a los países, a las lenguas, a que hay alfabetizados y analfabetos. Además es muy energético, porque casi todos vienen libres de los problemas que tenemos nosotros. La gran capacidad que tienen los inmigrantes es la de vaciar la cabeza.

P.- Pero ellos tienen otras dificultades…

R.- Sí, pero ellos tienen que pedir. Como seres humanos tienen los mismos derechos que nosotros, tienen derecho a la educación y no la piden, no la exigen. Tú nunca verás a nadie que te llame a la puerta y te diga: “Quiero que me des clases de español”. Que tienen derecho y pueden exigirlo.

P.- ¿Cómo desmontaría el extendido tópico de que los inmigrantes vienen a España a quitarle el trabajo a los nacionales?

R.- Los tópicos vienen de la ignorancia. No creo que se pueda desmontar porque tendríamos que actuar desde la base, desde la educación. Es muy difícil aceptar que una persona que no tiene recursos en su país sea mucho más buena que tú. Y realmente es así. Son mucho más competentes en los idiomas, físicamente vienen los mejores, los que aguantaron todo el trote. El que diga que en España no hay racismo, no conoce España.

P.- ¿Cuál es su opinión acerca de la Ley de Extranjería actual?


R.- Es surrealista. No tiene ningún sentido que les pidan tres años para demostrar que están integrados, o que tengan un contrato y no lo puedan ejecutar porque son extranjeros. Tienen que estar tres años sin trabajar… ¿viviendo de qué? No tiene ningún sentido. Yo sé que es imposible, debido a los recursos que hay de personal, pero tendría que ser personalizado. La situación de cada inmigrante es totalmente diferente. No se le puede pedir lo mismo a un sudamericano, cuando su cultura es mucho más afín a la nuestra, que a un africano. La justicia es diversificar.

P.- ¿Volveremos a verla como profesora de español?

R.- Claro. Seguro, seguro.



I
Saber el nombre de un torero, requisito para ser español


Un juez de Canarias examina con un test a los que solicitan la nacionalidad

D. Ayllón, Madrid, 10/08/2010 22:00 Actualizado: 10/08/2010 23:02


Alejandro Talavante, en la Feria de San Isidro. EFE
No saber el nombre de un torero, qué es El Corte Inglés, cuántas islas forman las Canarias o quién es Fernando Alonso impide desde hace meses que algunos extranjeros obtengan la nacionalidad española en el archipiélago canario. 
Estas son algunas de las polémicas preguntas que un juez del registro de San Bartolomé de Tirajana (Las Palmas de Gran Canaria) incluye en sus test de historia y actualidad para los foráneos que solicitan el pasaporte español.

Guinguinbali, portal de Internet especializado en inmigración y África, publicó 43 cuestiones de los dos exámenes. En estos también se pregunta por los nombres de ríos españoles, fiestas populares canarias o el nombre del alcalde del municipio.

La denuncia la formularon hace dos meses varias asociaciones de inmigrantes, pero ningún afectado se ha atrevido a denunciar el caso en los medios de comunicación ni en comisaría "por miedo a perder sus papeles", explica el presidente de la asociación de inmigrantes América España Solidaridad y Cooperación (AESCO), Juan Carlos Rois.

El cuestionario de Getafe también preguntaba por personajes como Rafa Nadal

El caso se conoció a raíz de una protesta similar de más de una decena de extranjeros en la localidad de Getafe (Madrid), que gestionó AESCO. Las organizaciones señalaron entonces al juez José María Celemín, responsable del Registro Civil de Getafe, quien era además el encargado de aprobar las solicitudes de nacionalidad. Celemín también hacía un test a los inmigrantes. Desde entonces, no ha querido responder a las quejas de los extranjeros.

El artículo 221 del Reglamento del Registro Civil dicta que el magistrado "oirá personalmente al peticionario, especialmente para comprobar el grado de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles". El portavoz del Consejo General de la Abogacía de España, Francisco Solans, considera que se está incurriendo en una "extralimitación" de funciones.

"Un trato desagradable"

El cuestionario de Getafe también preguntaba por personajes como Rafa Nadal y mostraba un mayor interés por la historia. La pregunta que más controversia suscitó fue "¿Qué ocurrió en España en 1868?". Entre las cuestiones del juez Celemín, los extranjeros también debían responder a "¿Cuántas dinastías de reyes han dirigido España?". "El trato del juez es muy desagradable. Hay señoras que salen llorando. Yo me sentí como una mierda", describió en su momento Marina, una de las afectadas, colombiana de 49 años.

El Consejo General del Poder Judicial aseguró en un principio que no podía actuar hasta que recibiese las denuncias de los afectados. A pesar de la formalización de las protestas, el CGPJ aún no se ha pronunciado. 

Fuente: Periódico Público 10/08/2010

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