El lenguaje visual que utiliza Kristina Sabaite es muy característico, su estilo es muy reconocible y conmovedor, en él vierte sus sueños, compromisos, convicciones, y su congruente vida cotidiana. Es una ilustradora vegana y eso me parece maravilloso, porque la empatía es una consecuencia del veganismo.
Vilagarcía de Arousa, 31 de enero de 2019
Fotografía cedida por Kristina Sabaite. |
Kristina es la primera ilustradora a la que escuché hacer converger el amor a los animales y el oficio de ilustrador en un mismo camino. Sus dibujos, sus colores y sus historias son las herramientas con las que trabaja, y con las que nos emociona y hace reflexionar.
P.-
¿Dónde naciste, cómo es... (para que podamos imaginarlo)?
R.- Nací en Kaunas, la segunda ciudad más grande del un país bastante pequeño que se llama Lituania y tiene alrededor de 3.5 millones de habitantes. Cuando nací, en la primavera de 1979, Lituania era un país bastante diferente de como es ahora. De aquella, pertenecía a la Unión Soviética y se llamaba República Socialista Soviética de Lituania, el nombre que se le ha otorgado cuando en 1940 fue invadida por la Unión Soviética. Toda esa infancia soviética forma parte de mi imaginario de la niñez, llena de cosas que no lograba entender, adultos que medían sus palabras y sus actos, un mundo aparentemente bonito, pero lleno de dramas humanos. Por otro lado, visualmente también ha tenido mucho impacto en mí, desde los libros y las animaciones que veía hasta los ambientes en los que vivía la gente. Dibujaba las cosas que veía y también las políticas, como los niños vestidos de pioneros o manifestaciones de régimen con toda mi inocencia infantil. Luego, he vivido la independencia de Lituania y más tarde la entrada a la Unión Europea. A veces, me da la sensación de haber vivido en tres países diferentes y muchas vidas distintas, como si fuese un teatro en el que se cambiaban los escenarios y los personajes y como soy una persona muy observadora, todo eso forma parte de mi mundo creativo. Lituania, es un país muy bonito, con su bagaje cultural e histórico muy rico, cuya lengua es una de las lenguas más antiguas todavía vivas y habladas, un país luchador que siempre quiso mantener su independencia y su personalidad.
Dibujo de Kristina Sabaite de cuando era niña. |
P.-
¿Cómo decidiste venir a España, en concreto aquí a Galicia?
R.-
Nunca fue mi intención emigrar, pero a través de irc (que era un
chat muy popular en el año 2005) he conocido al que ahora es mi
marido, Karolis. Nos reuníamos en un chat de fans de grupo
Jamiroquay, Karolis desde Vigo y yo desde Kaunas. Intercambiábamos
canciones que nos gustaban y pasábamos las noches hablando. Hemos
congeniado mucho y un verano nos conocimos en vivo. Pero había un
problema, Karolis llevaba años viviendo en España y yo seguía
estudiando en la universidad (me quedaban 2 años para acabarla). Así
que cada 4 meses, iba a Galicia a visitarlo y empezó a gustarme
aquella tierra. Después de valorarlo un poco, decidí irme a vivir a
dónde él, considerando una interesante experiencia probar vivir en
un país distinto y empezar todo desde cero.
P.-
¿Qué impresión tuviste de los gallegos y gallegas?
R.-
Muy buena. Me he sentido muy bien recibida, me parecieron muy
hospitalarios. Quizás, porque casi en cada familia hay gente que ha
emigrado y saben lo que es sentirse que vienes de fuera y todo es
nuevo. Y te hacen estar a gusto. Lo único, que sentía una especie
de pequeña distancia y diferencia cultural a la hora de hacer
amigos. Yo estoy acostumbrada a amistades muy íntimas, de que te
inviten a casa a tomar algo, de mucho contacto personal, de dos en
dos, pero en Galicia he notado que la gente mantiene amigos de la
infancia y que puedes tener muchos “colegas” para tomar algo en
un bar o quedar con mucha gente, pero trazar unas amistades más
cercanas, viniendo de fuera, no es fácil. Con el paso de tiempo, sí he encontrado amigos muy cercanos. Y a nivel profesional, la gente
gallega siempre han sido muy generosos conmigo, me han dado muchas
oportunidades dentro de sector de la ilustración y me han hecho sentir
valorada y acompañada.
P.-
¿Cómo llevaste lo del idioma, bueno, lo de los idiomas (español y
galego)?
R.-
Creo que el idioma es muy importante para poder adaptarse a un nuevo
lugar. Al principio me sentía rara porque no me podía comunicar ni
expresarme. Y decidí aprender a hablar castellano muy bien para poder
hablar con la gente y tener contactos sociales y profesionales. Con
el gallego tuve más problemas, porque a pesar de entenderlo
perfectamente, me cuesta hablarlo, ya que paso la mayoría del tiempo
trabajando en casa y no tenía muchas oportunidades de practicarlo.
Eso sí, he leído varios libros y me alegro de ir mejorando!
P.-
¿Qué es lo que más te gusta de Galicia y de haber estado aquí?
R.- Muchas
cosas! Galicia siempre será parte de mi vida. Vivir allí fue una etapa bonita y uno de mis hogares. Allí alquilé mi primera casa
independiente, re-descubrí el dibujo y desarrollé mi lenguaje
artístico, empecé mi activismo por los animales y a dedicarme a la
ilustración, a dar cursos. Y me tiré de cabeza a la vida adulta y
sus problemas! Me doy cuenta que han sido muchas primeras veces :) Me
encanta la naturaleza, el Atlántico, ese aire fresco que viene del
Mar, las gaviotas, la calidez de la gente! Aunque ahora vivo lejos,
mantengo contacto con la gente que he conocido y ha formado y forma
parte de mi vida. 14 años son muchos y dan para muchas experiencias,
la verdad que me llevo muy buenos recuerdos de haber vivido allí.
P.-
¿A qué dificultades te enfrentaste por ser mujer, inmigranta y
artista?
R.- Los
primeros años me sentía muy frustrada, porque al no tener permiso
de trabajo no podía aspirar a tener un trabajo. Era recién
licenciada, con 7 años de estudios universitarios, dos carreras y
muchas ansias para ganarme mi propio dinero, pero no podía hacer
nada...Y solo podía trabajar como autónoma, que era una opción
demasiado cara e imposible en aquel momento. Me sentía con muchas
ganas de trabajar y a la vez atrapada en una trampa burocrática.
Tampoco pude convalidar mis diplomas, porque no había profesiones
que sean como las que he cursado en Lituania. La parte buena, es que
todas esas circunstancias me han llevado a experimentar con el arte,
por parte un poco por la desesperación y una forma de
autorrealización. Tenía que esperar a que Lituania entrase en la Unión
Europea, y mientras tanto empecé a construir un plan B, mi carrera
artística. Ahora lo agradezco. Ser mujer, artista e inmigranta es
algo muy amplio, hay realidades muy distintas dentro de “mujer inmigranta”, quizás menos en “artista”. Depende de de qué país
vienes, qué color de piel tienes, si sabes hablar y escribir, si
tienes papeles, permisos, si vienes sola, con familia, tienes pareja,
si tienes quién te ayude, etc. Yo he venido acompañada y no estaba
sola ( mi pareja tenía trabajo y ayuda de su familia). Y ser mujer,
bueno... Siempre tiene dificultades según qué situaciones. Ser
mujer, artista e inmigrante me ha llevado a situaciones un tanto
paternalistas, pero con el tiempo una aprende a defenderse y a dejar
de justificarse por todo. Y también no gastar tiempo metida en
discusiones sin mucho sentido.
P.-
¿Siempre has podido mantenerte de tu trabajo como ilustradora?
R.-
No, no siempre. El mundo de la ilustración es bonito visualmente y
tiene muchos prejuicios. Realmente no es fácil vivir de la
ilustración. Desde fuera, solemos ver los resultados y no el
proceso, ni la parte económica del proceso. Muchas veces los ilustradores nos avergonzamos al hablar de ese tema, porque la gente
asocia el arte a algo bonito y los artistas a personas vocacionales,
que no se quejan. Sigo haciendo mil equilibrios para poder (sobre)
vivir. Me gustaría tener la tranquilidad económica y poder crear
proyectos bellos y significantes sin esta presión constante, espero
poder hacerlo pronto. Me da pena que el arte se valore tan poco. Que no parezca caro comprar unas zapatillas hechas de plástico que estarán rotas en 6 meses, pero comprar una obra única de arte original, una lámina o un libro, sí. Afortunadamente, las cosas
cambian. Cada vez hay más gente enamorada de los libros, objetos de
arte y muy interesados en la ilustración. Gracias a ellos y a los
ilustradores que acercan esa forma de arte al público más grande,
las cosas están cambiando.
P.-
¿Cómo fue que decidiste hacerte vegana?
R.-
Ya desde pequeña mostraba mucha sensibilidad hacia los animales.
Cuando comía peces, les tapaba los ojos con la lechuga. Había animales que no quería comer, porque los veía dentro de mis libros favoritos. Me acuerdo que mi padre me dijo que las ovejas se comían y me entró mucha tristeza. Y aún así, al depender de mis padres y
otros adultos, he asumido que tenemos que comer animales. Poco a
poco, ya siendo adulta, iba sintiendo cosas -había excluido algunos
animales de mi menú, pero me comía otros, y tampoco me sentía
muy cómoda con ello-. Un día, mientras dibujaba me puse a ver el
documental “Reino apacible”. Era un documental que me ha llegado
al alma. Salían los santuarios de animales, la gente que recogía a
animales “de granja” abandonados en la carretera por ser
“defectuosos” para el consumo, tirados en contenedores, etc. De
repente viendo cómo revivían dentro del santuario y eran tan
simpáticos e inteligentes como mi perro, me he preguntado qué postura voy a tomar frente a mi propia incongruencia y si yo, al comprar productos animales también soy partícipe de cosas que por
mí misma no haría. Y aquí estoy, 8 años de vegana :)
P.-
¿Cómo es un día en tu vida (un día laborable)?
R.-
Primero, te diría que todos los días de la semana son laborables
para mí. Todo depende del trabajo que tenga que hacer y fechas. Soy
una persona más nocturna que madrugadora, así que me organizo a
hacer los trabajos según la energía que tengo: por la mañana suelo
hacer recados, contestar mails, hacer cosas administrativas, cosas
que no requieran mucha concentración. Mi pico productivo es dese las
17 a 21 y allí es dónde me pongo a trabajar seguido. Luego, por la
noche, me gusta hacer bocetos, dibujar, crear textos e ideas. Mi
creatividad es muy nocturna y normalmente en la noche es cuando
encuentro soluciones buenas a los problemas. A veces le doy vueltas a
algo todo el día, pero luego llega la noche y en media hora ya sé lo
que tengo que hacer. Cuando tengo pausas en el trabajo (que es
difícil, porque trabajo desde casa), busco tiempo para hacer un poco
de vida social (aunque soy más de estar en casa), hacer ejercicio o
leer.
P.-
¿Por qué decidiste mudarte a Barcelona?
R.- Hace
tiempo tanteamos la idea de vivir en una gran ciudad. Barcelona me
parecía perfecta, la primera vez que he ido, sentí un flechazo.
Además, me gustan los cambios, no soy una persona sedentaria en este
sentido. Los cambios buenos, por supuesto. Necesito salir de la
rutina, de lo conocido, cambiar de decorado. Me limpia mucho y me
hace renacer. Me gusta cambiar de lugar, absorber cosas nuevas y
aprender. A veces pienso, que quizás mi bagaje personal tiene que
ver – siempre he deseado tener libertad, tomar mis propias
decisiones y a veces, necesito mezclarme entre la gente que no me
conoce y a reconstruirme de nuevo. En una ciudad como Barcelona una
puede aprender cosas nuevas y salir de lo conocido. Soy una persona que no siente raíces, no me siento apegada a ningún lugar en concreto. Digamos que como mi “Niña Cactus” (web comic propio), me puedo “trasplantar” a diferentes macetas con mucho gusto :) Y ahora mi maceta es esta.
P.-
¿Sientes morriña ahora que no vives en Galicia?
R.- Me
vienen muchos recuerdos de Galicia, sueño a menudo con los lugares y
cosas que me pasaron allí. Al fin y al cabo, han sido 14 años!
Siempre tendré esta parte gallega y lo bueno es tenerla
relativamente cerca y poder visitarla cuando sienta mucha morriña.
Sobre todo echo de menos a mis amigos, nuestras comilonas juntas, el Atlántico y la naturaleza.
P.-
¿Qué echas de menos a tu tierra de nacimiento?
R.-
Te diría que soy una persona muy desapegada y también con mucha
imaginación, por ello mis recuerdos o cosas que quiero revivir están
muy presentes. Me vienen recuerdos, pero no lo paso mal. Además,
muchas cosas a las que echo de menos, ya no están. Lo que más echo
de menos son esos cambios tan marcados de estaciones: otoño con
hojas de colores, invierno y su nieve y los árboles desnudos,
primavera y las flores por todas partes y el verano, que parece que
trae una eterna fiesta a la ciudad.
Entrevista por: Augusto Metztli
Edición de: Marthazul
Las fotos son de: Kristina Sabaite